Llamé a la dueña para reclamar y lo primero que me dice es que me devuelve la plata, y yo la increpo que cómo es posible que esa sea su primera respuesta si mañana tengo prueba de vestido. Le mando una foto del zapato, se da cuenta de lo que le digo y me pide disculpas, pero que el zapato iba a tener que ser redondo porque ya no tiene el molde que los hace medio en punta. Me ofrece que me los lleve para la prueba y se los lleve después para terminarlos, pintar las orillas rojas y que puede agrandar hasta medio número más con unas máquinas que tiene. Como estaba tan encima de todo, acepté.
Este es el zapato que elegí:
Izquierda, mi zapato. La derecha: modelo a la venta
El tema es que se los llevé, y a las dos semanas los tendría de nuevo. Los fui a buscar tres días antes de mi segunda prueba de vestido. Estaban bien las orillas pero todos sucios por dentro. Ni siquiera se habían dignado a limpiarlos para entregarlos como corresponde, en vez de blanco por dentro, eran rojos. Y para peor, me seguían quedando chicos, no les hicieron ningún arreglo ni nada. Ahí me dieron ganas de llorar y querer pegarle a Eunice, la dueña. Me los llevé de mala gana, porque a esa altura no había mucho que hacer más que dar por perdida la plata. Ya no le tenía cariño a los zapatos, uno se preocupa tanto de buscar algo lindo, que espera recibir lo que uno compra. Y de verdad, que ya los odiaba.
Al final le escribí a la dueña para que me devolviera la plata y aceptó. Me ofreció agrandarlos nuevamente (supuestamente ya lo había hecho) pero ya nada me aseguraba que iba a cumplir y tampoco les tenía cariño, es más. Los miraba y me daban rabia, para qué andar con unos zapatos que ya no quieres.
Y ahora, estoy buscando zapatos nuevamente, a menos de tres semanas de mi matri, a la rápida y estresada por culpa de una empresa penca.
Se los cuento para que ojalá no pasen por lo mismo, que se compren zapatos que ya están listos. O que al más mínimo error, los devuelvan de inmediato!!!.